Oct 2, 2010


Originaria de la sierra peruana, la llamita Prosperina  creció en los valles alto-andinos cercanos a Abancay, rodeada de alpacas, guanacos, vicuñas y otros animales menores. Desde pequeña, Prosperina solía pastar junto a sus padres, pero a medida que iba creciendo se alejaba cada día de la zona de pasturas para explorar nuevos lugares. Así, la vida de Prosperina está llena de viajes y aventuras, y aunque no se conoce su historia en profundad, se saben aquellas historias que compartió con su amigo y confidente: el ratón Basilio.




Prosperina nació en el seno de una familia de agricultores especializados en la crianza de camélidos sudamericanos. Los padres de Prosperina fueron llamas de carga que transportaron sal durante muchos años en la sierra boliviana. Prosperina crecía libre en las llanuras anhelando conocer el mar. Basilio, un ratón colilargo, conoció a Prosperina en una de sus incursiones para robar forraje. Basilio, no era un ladrón hábil. Peor aún, no sabía robar. Sus padres lo abandonaron a temprana edad, por razones desconocidas, y sus habilidades en el arte del engaño y el hurto eran mínimas. Basilio provenía de la cruza de ratones de la costa, por lo que nació y vivió sus primeros meses en el mar. Una vez en el establo donde vivía Prosperina, Basilio intentó robar un fardo de heno de alfalfa, pero se desmayó en el intento. Prosperina lo encontró tirado en el establo con la cola amarrada al fardo y lo asistió brindándole primeros auxilios. Luego le regaló el fardo de heno, que ella misma se encargo de llevar hasta la madriguera del alocado ratón. Así, Prosperina y Basilio iniciaron una amistad que luego fortalecieron en cada una de las locas aventuras de la llamita. 

Prosperina era aventurera por naturaleza. Su familia materna se había mudado hacia el norte en busca de nuevos horizontes, antes que Prosperina naciera; pero ella sabía de la existencia de esa familia, e iría a su encuentro en algún momento de su vida. A los 5 años de edad, la  madre de Prosperina (Clemencia era su nombre), había sido enviada hacia el norte, mientras su padre permanecía excluido de los viajes hacia el este, por su pésimo temperamento. Así, en plena adolescencia llamística, Prosperina se aburrió de vivir en Abancay y decidió buscar nuevos rumbos hacia la costa. Basilio, quien dependía en gran medida de Prosperina por el acceso a comida y transporte, conocía la costa. Juntos hacían el complemento perfecto para lograr la tan anhelaba empresa de Propserina: ver al mar.

Prosperina inicio el viaje con el ratón en su lomo. Basilio, pasaba largas horas indicando el camino y durmiendo entre la lana de la llamita. Basilio era un ratón muy distraído, que de no ser por su amiga peluda, ya habría terminado en el estomago de algún felino o ave de rapiña. No obstante, poseía una increíble capacidad para convencer a los animales. A tanto llegaba su poder de convencimiento que una vez vendió la plaza mayor de Abancay por 4 kg de queso a Ruperto, un burro medio loco que había creado su propia religión, y que buscaba con ansias un lugar donde albergar sus futuros feligreses.

Prosperina y Basilio se acercaban a Ayacucho cuando salieron a su encuentro una banda de zarigüeyas que se autodenominaban "Movimiento Revolucionario Somos Libres". Ellas aspiraban a una sociedad con menos humanos, y justificaban su temerario actuar por la constante caza por la cual eran víctimas. Así, ellas proponían una revelación general a través de actos de terrorismo animal. Prosperina, una llama doméstica, no entendía lo que estas alimañas decían. Basilio, por su parte dormía a pata suelta inmerso en la lana de Prosperina, sin darse cuenta del peligro que lo asechaba. “Somos libres” exigía a la llamita pagar peaje por cruzar sus dominios, conquistados a punta de terror y mal olor. En efecto, las zarigüeyas esparcían en su piel una especie de extracto de chingue, para evitar ser cazadas por los humanos. Prosperina estaba angustiada y asustada, pues nunca se había topado con animales tan desagradables y tan vulgares. No tenía nada que ofrecer, excepto su lana y un par brotes de alfalfa que llevaba en sus alforjas. Pero Basilio, que se caracterizaba por ser un ratón dormilón, acababa de despertar y comenzaba a enterarse del problema al cual se enfrentaban. Una vez despierto, Basilio sugirió a su peluda amiga actuar como negociador. Así, convenció a las zarigüeyas de negociar el derecho de cruzar por sus dominios a cambio de información relevante para su movimiento. Basilio sabia que hace unos meses los gatos y zorros del sector de Cusibamba (sur) ya habían iniciado un movimiento revolucionario que denominaban Movimiento Revolucionario Tapón Armado (MRTA, por sus siglas), por lo que ellas debieran tomar contacto para iniciar acciones coordinadas. 

Prosperina y Basilio lograron cruzar el dominio de las zarigüeyas, pero les tomo dos días convencerlas y entregarles la información que tenían sobre el MRTA. La llama y el ratón siguieron su viaje en dirección a Huancayo, pero debido a que los ánimos entre animales y humanos estaban muy exaltados, decidieron continuar por el cordón montañoso que rodea Huanta y Huarpa. Esa ruta les tomo más tiempo del previsto. Caminaron sin detenerse hasta Baños Coris, donde decidieron hacer un descanso de varios días. 

Rogelio, un guanaco local que se jactaba de ser el único magnate en 300 km a la redonda, se les acercó al día siguiente en una inspección de rutina que hacía a cada nuevo visitante. Basilio, quien dormía en las alforjas de Prosperina, no se percató de la presencia del guanaco, sino hasta después de despertar empapado en saliva producto de los escupos de Rogelio, quien creía que el ratón intentaba robar las pertenencias de Prosperina. La llamita y el guanaco, lograron entenderse bastante bien, debido al carácter camélido de ambos. No obstante, Rogelio estaba interesado en algo más que la amistar de Prosperina, pues no perdía oportunidad de estar con ella. Basilio, quien era dormilón y algo atolondrado, sospechaba que Rogelio ocultaba algo, por lo que decidió no separarse de su lanuda amiga. Los días pasaron y de pronto Rogelio desapareció del lugar sin dejar rastro alguno.  

Rogelio era, en realidad, el jefe de una banda que traficaba frutos secos. Ellos traficaban estos frutos directamente con los monos, quienes los robaban desde las plantaciones, para comercializarlos luego en el mercado negro. Había, no obstante, otra banda en la zona que era dirigida por un grupo de Alpacas que operaba entre Lima y Cuzco. Esta banda conocida en el mundo del hampa como los “Colonos”, pues colonizaron la zona a punta de vandalismo y desapariciones forzadas, había secuestrado a Rogelio para desbaratar la competencia. Basilio, quien se hizo amigo de los roedores de la zona se enteró de lo sucedido. La banda de Rogelio ahora estaba descabezada y una guerra por el control de los frutos secos en ese sector se empezaba a vislumbrar. Basilio, entendiendo que su peluda amiga gustaba de la compañía de Rogelio, evitó entregar ciertos detalles del guanaco para no herir sus sentimientos. Sin embargo, provocó el efecto contrario, pues la noble llamita resolvió ir en su rescate. Basilio intentó por todos los medios que Prosperina desistiera de su idea, pero la llama era terca, y una vez ubicado el paradero de Rogelio, no hubo argumento que la detuviera. De esa forma, Prosperina y Basilio se dirigieron hacia Yauli, un poblado cercano a Huancavelica, donde se encontraba secuestrado el mafioso guanaco.

Basilio iba agobiado pensando en cómo una simple llama y un diminuto roedor podrían rescatar a un guanaco secuestrado por un grupo de alpacas. Desde los cerros cercanos a Yauli, Basilio decidió que era mejor estudiar la zona para encontrar el lugar exacto donde se encontraba Rogelio. Prosperina se quedó en el cerro estudiando el movimiento de las alpacas, mientras Basilio tomaba contacto con la red de roedores locales. Nadie sabía nada, y la llama no veía nada anómalo. Pasaron las horas y ambos empezaron a dudar de la presencia de Rogelio en tal pequeño pueblo. Basilio propuso seguir el viaje hacia Huancayo, pero Prosperina insistió en permanecer un tiempo más, hasta que aparezca alguna pista. La pista no duro en llegar, puesto que por el sector merodeaba un zorro pampero que había visto un guanaco escoltado por un grupo de alpacas. Este les comentó que los había visto entrar en una caverna ubicada bajo los barrancos que se encuentran en dirección a Huancavelica.

En efecto, bajo los barrancos y quebradas de la zona, se encontraba uno de los tantos escondites de los Colonos. Estos lugares eran albergues y puntos de abastecimiento de la red de contrabando. Rogelio había sido secuestrado por numerosos conflictos sucedidos entre ambas bandas. El guanaco era conocido por seducir ciertas alpacas de la banda contraria para conseguir información reservada. Sin embargo, esta vez se enredó con Lucerina, la pareja de Rómulo, quién para su desventura se enamoró de Rogelio. Rómulo, líder absoluto de los Colonos, sabía de la inconvencia de una banda rival en esa zona, pero no tenía aún la capacidad para combatirla. No obstante, al saber lo de Rogelio y Lucerina, ordenó la inmediata captura del guanaco, decidido a exterminar a la banda rival y terminar, de una vez por todas, con los roces que siempre habían tenido. Rómulo pasaba la mayor parte del tiempo en Lima mientras que Lucerina, oriunda de la zona de Huncayo, se mantenía en el sector que Rogelio controlaba.

Basilio y Prosperina, se acercaron al refugio donde se encontraba Rogelio, pero fueron capturados por las alpacas. Prosperina fue interrogada por horas, mientras Basilio logró escapar del control de sus captores. Finalmente Prosperina fue llevada a celda contigua a Rogelio. El guanaco se mantenía en silencio y se limitaba escuetamente a responder las preguntas de la ingenua llama. Basilio tomó nuevamente contacto con los roedores locales, pero esta vez sin éxito, pues los Colonos eran famosos por su crueldad. Prosperina, ahora cautiva de un grupo de alpacas, se arrepentía por no haber seguido los consejos de su pequeño amigo. 

La noche pasó sin mayores sobresaltos, y al día siguiente Rogelio desapareció de su celda. Prosperina emepezó a preocuparse y su desesperación la llevo a sufrir taquicardias y mareos. Algunas alpacas brindaron asistencia y mientras esto ocurría, vio a la lejanía a Rogelio con una alpaca que lo escoltaba, pero no en calidad de prisionero. Prosperina yacía en una cama medio moribunda, cuando apareció Basilio con una máscara para ella. Pidió que se la colocara inmediatamente. Prosperina no entendía nada, pero pronto el lugar comenzó a oler en forma desagradable. Las pocas alpacas tuvieron que huir del sector. En efecto, Basilio había conseguido contactar a Aurelio, un chingue de la zona, al cual las alpacas habían desaparecido a su familia y buscaba venganza. Una docena de chingues infectó la zona de reclusión, lo cual obligó a las alpacas a abandonar completamente su escondite y con ello a Prosperina.

Prosperina y Basilio volvieron a retomar su camino en dirección a Huancayo. No obstante, estaban muy lejos del sector donde habían iniciado su viaje. Decidieron, entonces, cruzar por el pequeño valle que da al sector de Acoria, para luego seguir hacia Izcuchaca. Basilio contó a Prosperina lo de Rogelio y Lucerina, lo cual sumió a la llama en una depresión que los retendría por algunos días en Acoria. Lucerina, en efecto, decidió rescatar a Rogelio fugándose con él hacia el sector de Malaquianto, en la selva.

Rogelio era un guanoco enamoradizo, y habría de mantenerse junto a Lucerina para conservar su vida. Al menos, mientras pueda reintegrar su mafiosa banda. Lucerina, por el contrario, estaba enamorada de Rogelio quien no tenía problemas en llegar al corazón de hembras camélidas. Lucerina sospechaba que su amor por Rogelio no era plenamente correspondido, pero arriesgó su cansada vida al lado de Rómulo, quién vivía a sus espaldas en Lima, en forma libertina.

Prosperina y Basilio emprendieron rumbo hacia Huancayo. Prosperina iba con la moral baja y el ratón no sabía como animarla. Una vez en Huncayo, conocieron otra llama solitaria que se dirigía a la costa: Isaura. Isaura venía del sector de Monobamba e iba a visitar a su hermana Seferina, quien vivía por casi 3 años en las lomas de Carabayllo, al norte de Lima. Ambas llamas acordaron seguir juntas la mayor parte del viaje y así dispusieron rumbo hacia Carhuamanchay, para luego bordear la reserva Nor Yauyos-Cochas.



To be continued....